martes, 13 de marzo de 2007

El Milagro del Santo

El santo es innovador por esencia, es un profeta que confronta con nuestras propias ilusiones; es el poeta que con su canto desbarata las más enmarañada de las construcciones mentales; es el vidente que puede avizorar el alma y sus tormentas.
Por eso el santo incomoda.
No hay mayor miedo que el perder lo que consideramos nuestro, especialmente la idea del Dios que construimos cada día con el sudor de nuestras propias palabras, ideas y sueños.
El santo es un ser, una presencia que incomoda porque interroga desde el silencio.
Su silencio es de eternidad por eso puede superar los abismos y tocar los bordes de nuestro corazón si estamos dispuestos a escucharlo.
Y es difícil seguir a un santo porque un santo siempre marcha hacia el futuro sin dejar jamás el presente.
La santidad es un dialogo entre lo celestial y lo terrestre y el oficiante mayor es el santo.
El milagro del santo es el amor.
¿Qué necesidad podría tener un santo capaz de materializar cientos de alimentos diferentes, y tantos objetos de valor, perderse en medio de las multitudes, si todo esta en sus manos?
El santo es la energía más poderosa del mundo, porque se basa en el amor y vive en el amor.
¿Quién puede ser el insolente que pretende ver a través de una filmacion supuestos trucos y mostrarlo al mundo como “un desenmascaramiento”, “la verdad sobre un fraude” y tantos etcéteras?
Pero esta historia ya es conocida. Leamos atentamente los evangelios.
“¿Acaso este no es el hijo de José el carpintero?” esto decían los detractores del Maestro.
Y de Moisés? “¿Podrá este tartamudo sacarnos de Egipto”?
Cuando se vive solo desde la piel es de gran dificultad comprender que el santo solo tiene un milagro para ofrecer: el amor.
Imagino los murmullos en las aldeas vecinas a Nazaret o en la misma Betlehem; las señoras reunidas alrededor del pozo de agua comunitario, los caballeros discutiendo debajo de un dactilero.
Imagino la soberbia de Faraón y sus ministros, las risas del a Corte: “¿Cómo habremos de preocuparnos por un tartamudo que se pretende inspirado por su Dios para sacar a su pueblo de nuestro yugo?”
Hoy día no puede ser diferente.
Pienso en Prabhupada, en Ananda Murti, AnandaMay, pienso Premananda, en Krishna Das, en Muktananda, en el Dalai Lama, el Panchen Lama.
Todos fueron o son lacerados por palabras agraviantes. Y con estos agravios es posible que logremos la redención del mundo. Que así sea.