lunes, 12 de marzo de 2007

La Verdad nos hace Libres

Con la Verdad, no temo ni ofendo, escribía el apóstol; más acá un escritor de fama internacional dijo que escribía para atenuar el curso del tiempo, escribía para sus amigos. Escribo parea mis amigos desde mí; no deseo representar a nadie y no siento que alguien podría sentirse representado por lo que escribo. Pero si callo, seré participe de una monstruosidad que, a estas alturas de la vida seria inadmisible.
En la Sagrada Biblia existe una sección que desde niño me llamo poderosamente la atención, me refiero a la Parashat Pinjàs. Allí se relata la reacción de Pinjàs cuando la ofensa en el desierto y, a primeras vista produce sorpresa, cuando fui grande y pude leer el mismo texto con mayor conocimiento e incluso con las interpretaciones del HariTzal, el Talmud y el Zohar, el cuadro parecía mas perfecto y mas grandioso que lo que la mente de un niño puede imaginar.
Los Sagrados Textos siempre nos hablan de héroes y de villanos, pero al final, héroes y villanos se transforman y suben como un perfume agradable a los cielos. Este seria mi deseo, que pueda yo expresar mis sentimientos respecto a los héroes y a los villanos de nuestro tiempo, para que, finalmente todos, avancemos juntos hacia la Luz Infinita de Dios que se anuncia como una inevitable primavera.
La verdad nos hace libres, dicen los santos y dicen las escrituras; deseo ampliar un poco mi libertad interior y, para ello, debo decir mi verdad.
No resulta admisible todo el ruido que se lee en Internet contra santos maestros, como por ejemplo Bhagavan Satya Sai Baba y no resulta admisible que nos callemos. Debemos oponer una santa resistencia frente a tamaño despropósito.
Y no resulta admisible que esas acusaciones provengan de personas que se dicen buscadores de la verdad, devotos de Dios, amigos de la espiritualidad y sinceros ciudadanos.
El camino a Dios esta sembrado de la suficiente fragancia que estos seres divinos esparcen por la sola misericordia para ser enturbiados por los aullidos de tigres en la luna. Esto ultimo me lo dice Gopal mi pequeño de doce años, que al leer esas paginas se sorprendió y exclamo, “son aullidos de tigres en la luna”. No quise interrogar sobre el significado que para el tiene ese aullido en la luna, prefiero quedarme con la magia de esa verdad de niño, y que muestra el rostro mas puro que tiene aun nuestro mundo.
Gopal tiene doce años y canta el gayatri desde que aprendió a decir sus primeras palabras; y su primera vestimenta fue una batita blanca con terminaciones en naranja que adquirí en un importante hotel de Bangalore con motivo de una feria de manualidades que presentaban una congregación de hermanas católicas de esa ciudad.
Esa tarde a las 16 hrs. Sai Baba se detuvo frente a mí y bendijo esas prendas tocándolas con sus manos; 12 de agosto de 1994, en Whitefield, al día siguiente mi amiga y hermana Carmen Bencomo de España, era recibida en una entrevista.
De modo que los aullidos de tigres en la luna, pueden significar muchas cosas, pero de algo estoy seguro; Gopal expreso su molestia por tanto disparate y le estoy muy agradecido porque, de un modo súbito me confronto con mi propio silencio que muchas veces se viste de complicidad.
Tengo la intención de contar desde mi punto de vista personal la monstruosa equivocación de aquellos que atacan despiadadamente a los santos maestros, por ignorancia o envidia y, por sobre todo, invitarlos a la reflexión, invitarlos fraternalmente a que retiren tanta blasfemia, tanta maldad, tanto dolor y angustia que provocan por ejemplo, en un niño de apenas doce años.
Ayer como hoy, necesitamos un Pinjàs que adhiera a la verdad y viva esa verdad y se exponga al escarnio, si es necesario, con tal de sostenerla hasta el final, cuando triunfe la inevitable primavera.
No soy un Pinjàs y no soy hijo de profeta, tampoco tengo cualidades excepcionales que me califiquen como un ser especial; solo deseo exponer la verdad de una persona simple que observa el fenómeno sagrado de Sai Baba por muchas décadas manteniendo mi independencia de criterio y de vivencia espiritual.